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Dr. Joaquín Grehan

STRESS, INFLAMACIÓN Y CÁNCER.




Hay creciente evidencia que el estrés psicosocial está asociado a una vulnerabilidad biológica que asociado a otros factores favorece la aparición y evolución de múltiples enfermedades, incluyendo el cáncer. Los estudios del cerebro humano mediante estudios de imágenes funcionales y estructurales y pruebas neuropsicológicas, junto con las investigaciones de autopsia de tejido cerebral, han comenzado a establecer conexiones entre los hallazgos en modelos animales y el humano en enfermedades del cerebro, así como en la salud física, haciendo hincapié en la plasticidad de los nervios neuronales. La arquitectura y las conexiones recíprocas entre el cerebro y los sistemas corporales son fuertes, y tienen la capacidad de afectarse unas a otras, como en el sistema cardiovascular. Además, la plasticidad de la corteza prefrontal tiene implicaciones para las funciones del sistema cardiovascular y proporciona una base para comprender el poder de los factores psicosociales. Por ejemplo, existe evidencia de que la corteza cingulada anterior perigenual (pACC) está involucrada en la mediación de las diferencias individuales en la reactividad cardiovascular provocada por factores estresantes, que durante mucho tiempo se han asociado con el riesgo de enfermedad cardiovascular. Por ejemplo, una mayor actividad de pACC provocada por estresores en individuos se ha asociado con reacciones de presión sanguínea de mayor magnitud ante una prueba Stroop de color-palabra, particularmente en las interacciones con la amígdala.


Teniendo en cuenta la medicina de complejidad, y cómo impacta la red PNEI (psico-neuro- endocrino-inmunológica) tanto en los procesos de crecimiento celular a través de la señalización hormonal y en el funcionamiento del sistema inmune, principalmente los linfocito T citotóxicos y las células Natural Killers, poco se han explorado los factores ambientales y emocionales de las personas en la evolución y aparición del cáncer.


La sabiduría popular habla de “que no hay que hacerse mala sangre, porque esto nos puede enfermar”. La ciencia médica, ha establecido muchos factores de estrés emocional y su rol en diversas patologías como el IAM, ACV, HTA, enfermedades de la piel, TGIF, depresión. Pero poco se ha establecido de esta relación y el cáncer en general.


En la medicina de complejidad  no hay un solo factor que sea determinante para la salud, sino que son muchos factores y sistemas interactuando al mismo tiempo en diferentes dimensiones. La red PNEI genera una serie de respuestas bioquímicas en el cuerpo que pueden alterar los sistemas de crecimiento y la respuesta inmunológica  para detección y aniquilación de células tumorales. El estrés puede desregular estos dos sistemas y generar alteraciones que pueden impactar en la salud. Hoy la inflamación crónica genera una serie de condiciones internas que alteran la microregulación del crecimiento normal de los tejidos, y esto puede colaborar con la aparición de muchos tumores. El estrés crónico puede desregular al sistema inmune y generar inflamación crónica. Esta inflamación, puede ser un medio propicio para generar condiciones para el crecimiento, invasión y falta de eliminación de las células que se reproducen y crecen desordenadamente en el cáncer. Mientras que la inflamación aguda es parte del sistema de defensa, la inflamación crónica puede llevar al cáncer, diabetes, ECV, EPOC, y enfermedades neurológicas. Varios genes que producen sustancias pro-inflamatorias fueron identificados que median un rol crítico en: supresión de apoptosis, proliferación, angiogénesis, invasión, metástasis del cáncer en general. Estos son TNFα, IL-1α, IL-1β, IL-6, IL-8, IL-18, quemoquinas, MMP9, VEGF, COX2, 5LOX. Todos estos ligandos del sistema inmune son regulados por el factor de transcripción NFkβ, que está muy activo en los tumores. Además, el NFkβ puede ser inducido por carcinógenos como el humo de cigarrillo, promotores de tumores, proteínas virales carcinogénicas, agentes quimioterápicos y radiación gamma. Estas observaciones muestran: primero, que la inflamación juega un rol fundamental en la carcinogénesis. Segundo, que los agentes anti inflamatorios y las intervenciones que supriman o inactiven al NFkβ o sus productos, pueden tener un potencial tanto para la curación como para la prevención del cáncer. Siendo que hay trabajos que muestran que una intervención intensa en cambio de estilo de vida puede afectar biomarcadores de la inflamación como la PCR y disminuirlos e inclusive hacer una “downregulation” (regulación hacia abajo) de oncogenes RAS (RAN, RAB14, RAB8A) con menor síntesis de factores de crecimiento que promueven la progresión del cáncer y la neovascularización.


Por otro lado las intervenciones de estilo de vida sobre el ejercicio físico, la dieta, meditación, grupos de apoyo y técnicas de relajación no sólo mejoran la salud del cerebro; y mejorar la capacidad de afrontar el estrés y la calidad de vida sino que además pueden influir limitando la progresión del cáncer.


Los datos recientes han ampliado el concepto de que la inflamación es un componente crítico de la progresión del tumor. Muchos cánceres surgen de sitios de infección, irritación crónica e inflamación. Ahora se está haciendo evidente que el micro-entorno del tumor, que está en gran parte orquestado por células inflamatorias, es un participante indispensable en el proceso neoplásico, fomentando la proliferación, la supervivencia y la migración. Además, las células tumorales han cooptado algunas de las moléculas de señalización del sistema inmunitario innato, como las selectinas, las quimiocinas y sus receptores para la invasión, la migración y la metástasis.


La relación funcional entre la inflamación y el cáncer no es nueva. En 1863, Virchow planteó la hipótesis de que el origen del cáncer se encontraba en sitios de inflamación crónica, en parte basándose en su hipótesis de que algunas clases de agentes irritantes, junto con la lesión tisular y la consiguiente inflamación que causan, aumentan la proliferación celular. Aunque ahora está claro que la proliferación de células por sí solas no causa cáncer, la proliferación celular sostenida en un ambiente rico en células inflamatorias, factores de crecimiento, estroma activado y agentes promotores de daño en el ADN, ciertamente potencia y / o promueve el riesgo neoplásico. Durante la lesión tisular asociada con la herida, la proliferación celular aumenta mientras el tejido se regenera; la proliferación y la inflamación disminuyen después de que se elimina el agente de asalto o se completa la reparación. En contraste, las células en proliferación que sostienen el daño al ADN y / o el asalto mutagénico (por ejemplo, las células iniciadas) continúan proliferando en microambientes ricos en células inflamatorias y factores de crecimiento / supervivencia que apoyan su crecimiento. En cierto sentido, los tumores actúan como heridas que no curan.

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